“No es cualquier cosa gobernar este país”
Es lunes sin descanso. Como todos los lunes. La gira de fin de semana, la quinta conjunta del presidente con la presidenta electa, fue pesada: obras e la la Ciudad de México, en el Estado de México, en Hidalgo, en Puebla, en Tlaxcala. Acá cabe aquello de que ‘no están sentados en sus laureles’. El proceso de entrega-recepción es ‘de la mano’. Letra por letra. A ras de suelo. Cerca de la gente. De la que está lejos. Para él es lo habitual. Para ella, la receta secreta del Coronel Sanders.
Sobre el pequeño escalón que convierte a la tarima en escenario, muchas sillas ocupadas al costado izquierdo del presidente. Traje negro, corbata lila. De bolitas. Por el número de intervenciones, va a dar tiempo de contarlas. El titular de Profeco, que se repite; Diego Prieto, el director del Instituto Nacional e Antropología e Historia; los gobernadores de Chiapas y Tabasco; y los principales directivos en torno al Tren Maya. Para un anuncio promocional de 45 minutos de duración. Perfecta la coyuntura. Es el momento políticamente correcto. Los chavos están de vacaciones.
En el saludo inicial, el presidente había insinuado a ‘la legión de los reporteros madrugadores’ una de esas verdades que se asoman entre broma y broma: “Casi no hay nada, ¿qué me pueden preguntar? Si ya todo está sabido, es de dominio público. Pero, de todas maneras”.
De entrada el atentado contra Trump. “Afortunadamente, no asesinaron al expresidente Trump, sí a otra persona, y también al tirador. Todo muy lamentable. Nosotros ya hemos padecido de estos momentos de mucha incertidumbre y tristeza, cuando el asesinato del licenciado Colosio, que nos dolió mucho a todos… el asesinato de un dirigente tiene impacto, desde luego, en la relación política, en la vida pública de cualquier país… ojalá y eso se aleje, se aleje, que no se presente en ningún país… y que no haya odio”.
Habla de lo que le reclaman. Pone el balón en la cancha. “Estoy leyendo un libro ahora que habla de la polarización, que dicen que no debe haber. Pues sí hay polarización en la democracia, incluso autorizada, legalizada, ¿qué pasa en las elecciones de dos vueltas?”. La baja de pecho y remata: “polarización no es violencia”.
El tema de la reforma judicial reitera una realidad, a propósito del sueldo ministerial: “¡Cómo voy a ganar 600 mil pesos mensuales en un país con 50 millones de pobres!”. Pero habla por primera vez de una posibilidad, tras los recursos legales anunciados por juzgadores ante organismos internacionales: “si con argucias y con concertaciones, y con corrupción, logran que no se lleve a cabo la reforma, va a ser muy lamentable… en mi caso, dejo constancia de que no fui cómplice de esa decadencia”.
El adiós navega intermitente. “Me voy a ir muy contento, con la convicción de que cumplimos”; “me puedo ir muy tranquilo… hay cosas que ella conoce mejor que yo”. Habla de las giras. Agradece. “La gente muy cariñosa, mucho, mucho, mucho muy cariñosa, quieren mucho a la presidenta, y a mí me están despidiendo también”. “No podría yo retirarme si el país se quedara inestable, en crisis con gobiernos no responsables, no capacitados. No es cualquier cosa gobernar este país. Hay grandes, graves problemas nacionales”. Desayuno rapidito y rapidito encuentro con Monseñor Cabrera, presidente de la Conferencia del Episcopado. A las 11:20 llegan congresistas de Estados Unidos, demócratas y republicanos. Ahora sí se sienta. Lo bueno que se van antes de las tres. Ya tienen hambre las visitas.
Con información de «MILENIO»